Escribo porque mi lengua
anestesia las palabras
y ellas mueren;
sonoras vocales menguan
y consonantes macabras
que hieren.
Todas quedan atrapadas
entre mis papilas pardas
saboreando
sus propias letras saladas
sus tildes, recias y amargas
degustando
la vida que se le escapa
musa sin pronunciación
fugitiva
escondida bajo la capa
de su sagrada oración
abortiva.
Escribo, pues mi garganta
se hace nudo marinero,
doloroso;
es el tallo de la planta
enredado en un enredo
lastimoso.
Me he vuelto muda por fuera
hablo ya solo por dentro
silenciosa
hecha de arena y de cera
de agua formado está el centro
y una losa.
Desmayarse ante el dolor
de reprimir un quejido
invisible
y transformar en canción
lo que en mi ser es un ruido
indecible.
Gritos como hondos misiles
vierten mi ser al abismo
supurando
miles de frases febriles
que arrastran mis tercos pies
tan callando.
Conjugo en tiempo Infinito
el infinitivo Ser
y mi aliento,
donde todo está ya escrito,
no halla el tiempo de verter
hoy su acento.
Si callo es porque en silencio
en mis paredes escribo
mi tormento
todo aquello que presencio
todo aquello que prohíbo
se hace viento.
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